Si un día ya no despierto,

si mi cuerpo yace muerto.

Si un aliento ya no abrigo,

y este camino ya no sigo.

Aunque todo parezca incierto

y cause en ti un desconcierto.

Te ruego informes a mi amigo,

a quien en vida estuvo conmigo.

Por favor no pongas pero,

hazlo como un caballero.

Porque tú eras mi marido

y él era un ser querido.

Tú fuiste mi compañero,

él era como un extranjero.

Pero él prestó su oído,

a este corazón dolorido.

No lo tomes como reclamo,

ni creas que no te amo.

No te culpo de no creer,

ni de dudar de tu mujer.

Por eso desde hoy lo aclamo,

y abiertamente lo exclamo:

Todo perdida ha de doler,

cuando lleva un gran querer.

 Aquella eterna interna oscuridad,
se tornó lentamente en claridad.
Por eso gracias por su vida doy,
aunque igual ajena a su vida soy.

Para todos una simple amistad,

para mí el fin de mi tempestad.

Por favor, dile que ya no estoy,

que intenté resistir hasta hoy.

Esto suena algo inusual, pero quiero estar preparada para cuando llegue el momento.
En los últimos meses aprendí a valorar la amistad, quizá porque volví a sentirme en soledad y a enfrentar otras situaciones.

Está es una carta abierta a los amigos, a las amigas de aquellos que en silencio lloran y sufren. Aquellos, quienes sus parejas o familias no se han dado cuenta de tal dolor.
Es una carta en memoria también de aquellos que se fueron, que no resistieron un día más.

Cada día le pido a Dios me de fuerzas y me sustente para mi luz no apagar. Y en ese proceso, he conocido personas, que se volvieron amigas, amigos. Que han sabido escuchar y mi corazón abrazar. 

Yo también quiero ser un día esa amiga, que sepa estar, que sepa amar y acompañar en el proceso.

Y si es posible, esa Luz, esa Esperanza que he conocido, poderles compartir.